En el Cofre del Tesoro del noveno programa de la 2ª Temporada, Miguel Zorita nos habla sobre Las Calderas de Pedro Botero.
Ya casi nadie lo dice. Solamente es posible oírlo a personas ancianas sentadas en cómodas sillas a las puertas de su casa mientras toman el fresquito del atardecer. Si alguien hace algo malo enseguida lo sentencian con esta curiosa frase:
¿Quién era Pedro Botero y por qué era peligroso transgredir las normas a riesgo de caer en su inmensa olla? Parece ser que esta expresión en desuso viene a significar nada más ni nada menos que el Infierno. Una forma de hacer familiar al negro Averno donde se purgan todos los pecados. Si uno observa los cuadros y bajorrelieves desde la Edad Media hasta hoy verá que la mayoría de las veces aparecen suelos flamígeros en los que es común ver aquí y allá rechonchas calderas hirviendo de gente en las cuales sanguinarios diablos horripilantes se dedican con saña a hincar sus tenedores para que el condenado no salga de aquella olla a presión y así sentir el dolor por los siglos de los siglos. Por eso como la estancia eterna en aquel lugar era algo ambiguo para muchas personas de baja cultura decidieron asimilarlo como algo propio inventándose la historia de que allí fue a parar un hombre muy malvado llamado Botero y que gracias a su malignidad llegó a ser príncipe de diablos.
La persona que quiera investigar el origen primigenio de Las Calderas de Pedro Botero, es mejor que desista de hacerlo pues se pierde en el tiempo y la memoria. Ya de ello se hablaba en épocas pretéritas dándole diferentes nombres como Pedro Gotero, Perogotero, Pedro Botello… e incluso se puede encontrar en numerosas obras del siglo de Oro como por ejemplo en las Comedias religiosas de Tirso de Molina (1583-1648) o en los famosos Romances de Ciego que se recitaban de manera mecánica en las plazas de ciudades y pueblos y que con sugerentes cuadraditos hacían palidecer de miedo a los más pequeños.
Es tan difuso el origen y el por qué de esta expresión que incluso Covarrubias se hace eco de ella y nos llena de más incógnitas diciendo que tal vez fue un cristiano que en la Edad Media se dedicaba a capturar árabes en tierra de infieles y les cocía la cabeza en vivo. Y en cambio otros estudiosos creen que tal vez se trata de un diablo, negro como la pez, que se escondía en las botas de vino (de ahí Botero) y que cuando entraba en el cuerpo a través de la boca del etílico bebedor tomaba posesión del alma inmortal.
Por ello y por si acaso fuera un rechoncho pillo llamado Botero, un diablo borrachín, o un caza moros al que le gusta la comida sin aceite y poco hecha, mejor portarse bien no sea que nos veamos todos juntos un día nadando entre vapores y quejidos en las enormes Calderas de Pedro Botero.
Si te sigues comportando así iras directo a las Calderas de Pedro Botero
¿Quién era Pedro Botero y por qué era peligroso transgredir las normas a riesgo de caer en su inmensa olla? Parece ser que esta expresión en desuso viene a significar nada más ni nada menos que el Infierno. Una forma de hacer familiar al negro Averno donde se purgan todos los pecados. Si uno observa los cuadros y bajorrelieves desde la Edad Media hasta hoy verá que la mayoría de las veces aparecen suelos flamígeros en los que es común ver aquí y allá rechonchas calderas hirviendo de gente en las cuales sanguinarios diablos horripilantes se dedican con saña a hincar sus tenedores para que el condenado no salga de aquella olla a presión y así sentir el dolor por los siglos de los siglos. Por eso como la estancia eterna en aquel lugar era algo ambiguo para muchas personas de baja cultura decidieron asimilarlo como algo propio inventándose la historia de que allí fue a parar un hombre muy malvado llamado Botero y que gracias a su malignidad llegó a ser príncipe de diablos.
La persona que quiera investigar el origen primigenio de Las Calderas de Pedro Botero, es mejor que desista de hacerlo pues se pierde en el tiempo y la memoria. Ya de ello se hablaba en épocas pretéritas dándole diferentes nombres como Pedro Gotero, Perogotero, Pedro Botello… e incluso se puede encontrar en numerosas obras del siglo de Oro como por ejemplo en las Comedias religiosas de Tirso de Molina (1583-1648) o en los famosos Romances de Ciego que se recitaban de manera mecánica en las plazas de ciudades y pueblos y que con sugerentes cuadraditos hacían palidecer de miedo a los más pequeños.
Es tan difuso el origen y el por qué de esta expresión que incluso Covarrubias se hace eco de ella y nos llena de más incógnitas diciendo que tal vez fue un cristiano que en la Edad Media se dedicaba a capturar árabes en tierra de infieles y les cocía la cabeza en vivo. Y en cambio otros estudiosos creen que tal vez se trata de un diablo, negro como la pez, que se escondía en las botas de vino (de ahí Botero) y que cuando entraba en el cuerpo a través de la boca del etílico bebedor tomaba posesión del alma inmortal.
Por ello y por si acaso fuera un rechoncho pillo llamado Botero, un diablo borrachín, o un caza moros al que le gusta la comida sin aceite y poco hecha, mejor portarse bien no sea que nos veamos todos juntos un día nadando entre vapores y quejidos en las enormes Calderas de Pedro Botero.
Información sacada de aquí.
(Para bajar el mp3, botón derecho y guardar como.)
El Cofre del Tesoro - Las calderas de Pedro Botero